Discurso Benedicto XVI ante los voluntarios
de la XXVI JMJ
(http://www.abc.es/gestordocumental/uploads/Sociedad/Discurso-voluntarios.pdf)
Tras el paréntesis navideño, este domingo 8 del mes de enero, nos disponemos a reflexionar sobre la importancia del voluntariado y apostolado en una sociedad que necesita darse a los demás y así, paradójicamente, recibir más de lo que entrega. En esta parroquia de la Concepción, y volviendo de nuevo a la reconfortante rutina de la reflexión semanal, nos proponemos analizar y comentar el llamamiento que el Papa dirige a los jóvenes en la última Jornada Mundial de la Juventud celebrada, como todos sabemos, en el pasado mes de Agosto de 2011.
(Imagen: http://voluntariosenaccionhn.blogspot.com/) |
Don Antonio hace mención a la “Alegría de darse”, espíritu que inspira la labor del voluntariado, un voluntariado que abarca una amplia tarea y que cada cual puede ejercer en medida de sus cualidades personales, formación profesional, horario disponible, etc. De esta manera, podremos proyectar y cultivar dos cualidades muy necesarias en un cristiano: la sencillez y la humildad, a pesar de la inmediata respuesta que podamos recibir ante esa labor apostólica por parte de aquel que reciba la ayuda, en algunos casos no demasiado positiva, pero con toda seguridad, totalmente positiva a largo plazo. Debemos tener en cuenta que el voluntariado no debe limitarse sólo a épocas concretas del año, sino que debe llevarse a cabo a lo largo del mismo, puesto que la fe cristiana no sería auténtica si no existe un compromiso social y caritativo y dicho compromiso, no está sujeto a épocas determinadas, sino que exige una continuidad.
Como todos sabemos, existen distintos tipos de amor y el Amor de Caridad es aquel que se ofrece desinteresadamente, es aquel que no desea ni pide nada a cambio. El concepto latino Caritas, hace referencia a aquello de lo que se carece, y debería ser compromiso de todo cristiano ofrecer caridad a quien lo necesita, sea del tipo que sea. Dios nos otorga la gracia, un regalo que como tal debe regalarse sin esperar compensación alguna. San Pablo decía: “La Caridad no pasa nunca”, y ciertamente todos necesitamos recibir y ofrecer caridad.
Podemos reflexionar ante la siguiente cuestión. ¿Por qué somos católicos? Y uno de los principales motivos es porque es necesaria la caridad y el ofrecerla es realmente reflejo de nuestras creencias. Así se experimenta la alegría auténtica, porque una mínima entrega supone recibir mucho más, la verdadera alegría, la Alegría de darse. El voluntariado impide que nos convirtamos en “católicos teóricos”, el apostolado replantea a los cristianos la vida. Tomemos el ejemplo de Santa Teresa de Calcuta, que ofrecía caridad sin hablarles de Dios, prefería “tratarlos como a Dios”. La acción es más efectiva que las palabras y es lo que hace conmover a los demás y realmente convertirlos. “Amar es servir y el servir acrecienta el amor” (Benedicto XVI), la Iglesia se enriquece con la entrega de sus miembros y al igual que el pecado repercute negativamente en todos, lo bueno repercute positivamente en todos igualmente. Recordemos también las palabras del beato Juan Pablo II “hay que responder con amor a quien se ha entregado con amor”. Y no hay mayor muestra de amor que la entrega a los demás, imitando, aunque sea en una milésima proporción, a la entrega que Jesucristo ofreció por nosotros.
Ante tales reflexiones, queda abierto el debate de los presentes, de manera que cada uno de sus componentes aporta su punto de vista y experiencia hacia la labor de apostolado. De este interesante coloquio resultan esencialmente relevantes ciertas opiniones y experiencias personales que seguidamente presentamos:
Mª Delia puntualiza que las razones que nos motivan a comenzar el voluntariado pueden ser muy diferentes, variopintas e incluso superficiales pero que la dedicación posterior puede llegar a ser muy seria cuando nos involucramos realmente.
Cayetana menciona que muchas personas que tienen concepto de entrega, solidaridad y dedicación no son cristianas y realizan una labor muy loable aunque el motivo por el que se realiza no sea tan auténtico y puro como el de un cristiano, a lo que D. Antonio responde que no tiene por qué ser menos puro. Sin embargo la fe puede dar un sentido completo al voluntariado. El que no cree hace mucho pero el que sí lo hace, da la vida. El voluntariado es el método para que el que no cree termine haciéndolo, porque aunque no crea, esa persona está conociendo a Dios.
Miriam aporta una anécdota personal realmente conmovedora: Haciendo voluntariado un 25 de Diciembre, no muy motivada por el día tan señalado, encontraron a una señora indigente que no deseaba ser ayudada. Tras insistirle, entre lágrimas, confesó que había rezado para que alguien la salvara esa noche porque sabía que se moriría y que sus rezos habían sido escuchados porque unos ángeles (aquellos voluntarios) habían llegado para salvarla. Ese día, el voluntariado adquirió un sentido especial y muy gratificante para Miriam.
D. Antonio comenta la anécdota de un inmigrante que necesitaba asistencia odontológica y tras llevarlo a un dentista conocido y decirle que la factura sería costeada por Cáritas, éste insistió en que la satisfacción sentida por prestar su ayuda era suficiente y que la cuenta estaba saldada. También aclara que no hay que buscar un voluntariado de especial dureza, lo importante e implicarse y darse a los demás.
Miriam añade que la constancia es la que hace que se logren frutos, pero que la labor del voluntario va más allá de los resultados conseguidos porque ayudamos “por amor a Dios”.
D. Antonio explica que la orientación del voluntariado debe ser “no dar el pez, sino la caña”, es decir: el voluntario puede ayudar al necesitado a salir de la situación en la que vive ofreciendo el medio, para que esa persona pueda ser autosuficiente.
Cada uno de nosotros debemos preguntarnos y reflexionar sobre las preguntas que Benedicto XVI nos invita a plantearnos: ¿Qué quiere Dios de mi? ¿Cuál es su designio sobre mi vida? ¿Me llama Cristo a seguirlo más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio?. Terminemos esta crónica con las hermosas palabras que el Papa recuerda y dirige a los jóvenes: Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). Ofreceos como voluntarios al servicio de Aquel que “no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.” ( Mc 10,45)
Almudena Cano Soler
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