Miguel Ángel, Antonio, Manolo, Ángela, María, Miriam, Delia, Elena, Cayetana, Cecilia, Javier, Ana, Teresa, Javier, José Manuel, Paula y Luis. Diecisiete nombres para las diecisiete personas que, junto a D. Antonio, comenzamos los encuentros que, periódicamente, mantendremos en la parroquia de la Inmaculada Concepción en el barrio de Nervión. Quizá por el incienso y el olor a nardos que había cuando llegó a su Templo la Virgen de Consolación, alguien recordó que éramos 18, como los ciriales que acompañan a Sagrada Mortaja.
La reunión fue muy amena, en presencia de una preciosa imagen de piedra de la Inmaculada Concepción obra, ni más ni menos, que del genial granadino Alonso Cano. En una presencia tan inmejorable se desgranaron los propósitos con que partíamos en el grupo: crecer, formarnos y vivir la alegría de la fe. Y para ello ¿qué mejor que analizar el texto del Youcat, regalo el Papa a la juventud en las pasadas JMJ de Madrid? Sin olvidar las palabras de Benedicto XVI en sus homilías, cuestiones de rabiosa actualidad, preocupaciones particulares… Actividades que se alternarán con otras actividades tales como viajes, peregrinaciones, conferencias, escapadas al campo y… a ¡¡El Rocío!!
La reunión fue muy distendida. Nos presentamos todos y pusimos de manifiesto aquello que nos movía a estar allí, así como las impresiones recibidas en las JMJ de Madrid. También quedó de manifiesto una idea clave que vehicula esta iniciativa: no se puede vivir la fe si no es en comunidad, con los demás hermanos. Y para eso está precisamente la parroquia, lugar eminente de encuentro, donde compartir alegrías y tristezas, donde sentirnos realmente hermanos de un mismo Padre porque todos somos hermanos e Cristo.
Este grupo, nacido del espíritu de las JMJ trata que dicho espíritu no se disipe y se lo lleve el viento. Al contrario: intentamos cuajar en la realidad de nuestra vida ese soplo de aire fresco que representa el cristianismo en una Europa cansada de sí misma. Un grupo que, siguiendo el ejemplo de aquellos ciegos que fueron a las JMJ, fueron a no-ver con los ojos de la carne, sino a ver con los ojos del corazón.
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