El texto de esta semana comienza con la siguiente cita en latín: “Caritas Christi urget nos” (2 Co 5,14): la caridad de Cristo nos urge. Esta caridad es uno de los tres tipos de amores que existen, según los griegos: Eros, Philia y Agapé. Este último es el que podemos identificar con el Amor de Cristo al que hacíamos referencia. Es este amor el que nos lleva a evangelizar.
Hoy como ayer, Él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la Tierra (cf. Mt 28, 19). Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. La fe solo crece y se fortalece creyendo. Está incrementándose continuamente en quien la busca de las manos de Dios.
La fe se aumenta en el encuentro personal con Cristo en los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión y teniendo una correcta relación personal con Él, abandonándose en Cristo. Fe que crece por la Bondad y confianza que pone la otra persona. En los numerosos escritos de San Agustín se explica la importancia de creer y la verdad de la fe, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la “puerta de la fe”.
Luego, se debate entre la fe y el perdón. “Fe en el Amor que Dios nos tiene” (1 San Juan, 4, 16). “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Hay que dejar que Dios transforme tu corazón y cambie un corazón de piedra por un corazón de carne. O, como dice el Salmo MISERERE, 50: “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro”. Fe en el poder transformador de la misericordia de Dios que brota de la Cruz.
Es por la fe que podemos volver a perdonar, hasta reconciliarse de nuevo. El perdón es un don de Dios. Uno solo no sería capaz de lograrlo, necesita que su corazón se llene primero de la Misericordia de Dios y, antes, que se vacíe del propio orgullo, soberbia e incapacidad de Amar como ama Dios.
Perdonar racionalmente supone, en su más alto grado, devolver bien por mal. ¿Son compatibles Perdón y Justicia? En orden de importancia, en primer lugar va la justicia y, en segundo, el pedir perdón. Como inolvidable ejemplo de perdón tenemos el del ya beato Juan Pablo II a su casi asesino, Mehmet Ali Agca. Perdonar no es fácil. Porque lleva siempre relacionado consigo a la Justicia. En el perdón descubrimos con mayor intensidad el amor de Dios, puro y desinteresado.
Los pecados de soberbia se corrigen con grandes humillaciones. El pedir perdón conlleva un cambio de actitud, una reconversión (es el Propósito de enmienda de la confesión). Pedir perdón es una empresa más difícil para el soberbio que perdonar, por la humillación que conlleva.
Y, para finalizar, hablando de soberbios, tengamos cuidado y no olvidemos que lo mejor que ha hecho el soberbio Demonio para sus propios intereses, es hacernos creer que él no existe.
Juan Carlos Trillo Molino
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